La
señora Carmen esperaba la micro, estaba
impaciente, a las tres de la tarde el sol le quemaba la piel, le hacía doler,
le corría la gota por el transpirado rostro, iba de vuelta a su casa terminado su
jornada de trabajo en la feria, por lo
menos dos horas la esperaban de incomodo viaje, los bolsos de ropa usada que vendía en su puesto interrumpían la
pasada, pero se las arreglaba frente a una mala cara con paciencia y una
cansada sonrisa, los cuatro hijos llegarían pronto a casa y les había traído
fruta fresca.
Madre que forja su espíritu guerrero.
ResponderEliminarNo importa que su belleza corporal quede enredada en el tiempo.
No importa que la sonrisa pierda su brillo y vitalidad.
No importa que el alma le reclame su merecido descanso.
Los frutos en la mesa con gran esfuerzo conseguidos...
... le reportarán secretamente una sagrada satisfacción.
Aunque a veces... una especial y deseada dicha le sea negada.
Un agrado, Mónica.
***