Nosotros
a orillas del río
el
ocaso se recuesta
en
el sinuoso oleaje.
El
reloj no se detiene,
el
viento se lleva
nuestros
suspiros,
húmedo
nuestro amor,
la
luna viene en su búsqueda,
dejándonos
sin sombra,
para
enloquecernos la piel
sobre
la yerba silvestre.
Una
nube rezagada
la
cubre con su presencia,
el
río, solo canta para nosotros,
y
nuestros labios se reúnen
en
silencio.