Hacía ya
tiempo que mis ojos tristes
contemplaban
el mar desde el balcón,
su baile, su
canto, su brisa,
llenaban mis
sentidos de calosfríos.
Trémulos mis
huesos sin esperanza,
inmóviles en
una silla, la vida pasaba en mi mente,
tampoco el
dulzor de tu boca en mis labios.
Algún velero
a la distancia no interrumpía
mi ensoñar,
pues, callados estos ojos, contenían
el secreto más profundo de amor existente.
Como siempre, las olas acariciaban la orilla
trayendo una leve esperanza a la realidad que espero,
mientras mis letras enamoradas se refugiaban en tu pecho.
Decidí con supremo esfuerzo ponerme de pie
en ese preciso celestial momento… ¡Es tu llegada!
no, no me equivoco… entre el perfecto silencio
me anuncian por fin tu llegada, pues, desde la lejanía,
se escucha el repiqueteo de las campanas.