domingo, 31 de julio de 2011

Un café solitario


Caminaba por una calle  vacía de mundos individuales, cuando ve un café, tenía sus puertas cerradas por el helado viento reinante en esos momentos, empuja una de sus  hojas y entra, las mesas estaban vacías, mientras lo observaba se acerca a ella un joven, le ofrece desayuno y pide un café y un trozo de torta,  elige una mesa que mira a la calle, se queda unos instantes mirando fijamente, probablemente no veía nada especial, pero su vista se perdía fuera del ventanal, más es interrumpida por el aroma del café, ¿ algo mas? le preguntan, ella  dice… si,¿ Puede sentarse aquí por favor? Mostrándole una silla contigua, acompáñeme unos instantes, ¿Quiere un café le pregunta al joven? No, no, gracias responde él… ella saca de su bolso una  libretita y un lápiz, le pregunta si le gusta su trabajo, y le pide que le cuente cuanto lleva allí, estaba disfrutando su desayuno y la conversación cuando entra un señor de unos 50 años, le pareció interesante, varonil, queda sola en la mesa, el joven se levanto a atenderlo, ella se da cuenta que la mira, una mirada…suave con dejos de soledad, con algo de inquieta búsqueda dijo para sí, termina su café, se despide… y vuelve a el mundo, camina por la calle pensando…que la vida que hay detrás de cada ser que pudiera contactar es digna de escribirse pues todos tienen una razón para estar aquí y hacer de su vida un bello horizonte  de atardecer, piensa si verán lo positivo, lo bello, si valorarán lo que tienen, lo que les rodea y agradecen por ello. Caminaba sumida en sus pensamientos, cuando siente que le tocan suavemente el hombro, era el señor del café, que le extendía su libreta de apuntes, lo mira sorprendida, el sonreía amablemente, y le dice que sin querer buscando algún dato de ella para devolverle esto en otra ocasión  vi el poema escrito y lo leí, me gusto mucho, así que decidí caminar hacia donde la vi dirigirse… y aquí estoy, me gustaría conocerla más… si me lo permite, ella le da una rápida mirada, sonríe y le responde  afirmativamente, quedan de juntarse en el mismo café a la semana siguiente.
Al llegar a su casa ella, saca su libreta, para ver el poema y encuentra que  al final de la hoja decía: *todos los caminos nos llevarán a Itaca algún día irremediablemente, aunque yo espero vivir para siempre en su corazón*.
Sus ojos se humedecieron, su alma sollozó…un grito de su pecho  al viento  lanzó…los caminos los reunían y ella ensimismada no lo vio, más sus palabras escritas como antes… lo hicieran…  les reconocieron con amor…

Shedar