Cobijado en una cabina telefónica
parecía un fantasma,
parecía un fantasma,
temeroso de ser visto
y también de no serlo,
conocedores ambos
de lo que los demás ignoran,
porque nadie sospecha
de sus desvíos, mientras por las rendijas
entre bocinas y transeúntes, abrazaban
cada uno de sus abrazos,
besaban cada uno de sus besos,
le vestían con cada uno de los te quiero,
llenaban su alma con el cántico
de los te deseo y la dulzura de sus voces
y así un oleaje de intensas palabras,
llevadas y traídas, invisibles por el viento
sinuoso cómplice de amores casi furtivos,
suspendidas quedaban atrapadas entre el reflejo
del intenso calor, y la llovizna que lejana,
que de continente a continente los abrazaban
y los distanciaban, sin preguntarles a las olas
si habían muerto por su querer,
como fantasmas de amor
se perdían entre ráfagas de viento,
cuyo puerto, invisible se había vuelto…
y también de no serlo,
conocedores ambos
de lo que los demás ignoran,
porque nadie sospecha
de sus desvíos, mientras por las rendijas
entre bocinas y transeúntes, abrazaban
cada uno de sus abrazos,
besaban cada uno de sus besos,
le vestían con cada uno de los te quiero,
llenaban su alma con el cántico
de los te deseo y la dulzura de sus voces
y así un oleaje de intensas palabras,
llevadas y traídas, invisibles por el viento
sinuoso cómplice de amores casi furtivos,
suspendidas quedaban atrapadas entre el reflejo
del intenso calor, y la llovizna que lejana,
que de continente a continente los abrazaban
y los distanciaban, sin preguntarles a las olas
si habían muerto por su querer,
como fantasmas de amor
se perdían entre ráfagas de viento,
cuyo puerto, invisible se había vuelto…