Me
entregabas esa paz
que llevabas
dentro de ti,
esa paz de
cima de cordillera,
que me hacía
suspirar profundo.
La paz de la
sonrisa de tu rostro
que portaban
senderos en tus mejillas,
al que
sonreírme se tornaban encantadores.
Esa paz inefable
que emanaba de tus ojos,
al secar
alguna lágrima escapada de los míos.
La paz que
me entregaba tu pecho al abrazarte,
donde el
aire se volvía más puro.
Besar tus
ojos, tus labios eran instantes sin confusión,
por lo que
rastrearé tu alma en todos los cielos
si llego a
extraviar tu ser por contar estrellas.
Shedar