Desperté
rosando momentos
en que hasta
la bruma lloraba
por mi
ventana, triste, callada,
no me
permitía ver tus huellas
por el
sendero vacío de almas,
y hasta mi
sombra derramaba
filamentos
inocuos de lágrimas,
que sin
decir un adiós, no tatuaban
tu nombre amado
en los cristales,
provocando que
me doliera el alma.
Envuelta
entonces de densa bruma,
mi tristeza
y yo, calladas se sumieron
en las
sombras, sin que con el alba
me llegue el
olvido, pues te fue tan fácil
hacer la llaga,
pero aún no puede sanar la herida.
Me acuesto y
mi sombra se sienta
frente a la
ventana, cuya bruma cubre
mi sentir
tras la celosía.
Shedar