El iba en el
tren y miraba sin ver por la amplia ventana,
un verde
paisaje con sus negros ojos.
El tren no
tenía el vaivén de antaño
y su rapidez
se llevaba los detalles
los
metálicos carros halados.
Sus pensamientos
escondían secretos
que tenían
cicatrices en su alma atormentada
ahora en
viaje y con un pasaje sin destino,
sentado sólo
en el largo asiento, su cuerpo
adormecido,
sin interés ni fuerzas para ser
el amante
escritor de letras enamoradas.
Había
recibido una revelación que golpeó su
rostro y de
lleno el centro de su pecho... ella
había
encontrado un aventurero amante.
Él ahora
muere entre las líneas del tren que
veloz pasó
sobre él… y su mirada perdida
fue lo último
que vi.
Shedar