Quedó solo
en mí la caricia del silencio
luego de tu
adiós fulminante,
respiré
profundo inundada mi alma de tristeza,
comencé a
enhebrar los restos esparcidos
de mi
corazón, esparcidos por la tierra húmeda
de lluvia y
lágrimas por este inhumano mundo.
Así
permanecí remendando mi corazón,
en una
ciudad dormida de amores caricias y sueños.
Sigo zurciendo
con letras añosas sin lograr que mi alma
se conmueva
con la música suave y dulce
del viento
que triste circula, mirando desde el alma
porque el
corazón aún no cicatriza sus remiendos.
Hasta que me
percaté que olvidé poner caricias
entre enhebradas
y cocer así, hasta que muera el sol
tras la
montaña, respirando otra vez.
Shedar