Caían de mis
callados ojos tristes,
promesas y
sueños
convertidos
en lenta lluvia.
No fuimos un
nosotros
para caminar
por la vida
con nuestras
manos entrelazadas,
entonces
cierro mis párpados
intentando
dormir, muriendo mis sueños
con los
celos de la alarma del reloj.
Y en el
silencio más hondo de esta pausa,
del más
negro anochecer sin almohada,
duerme la
memoria de este amor perdido.
Allí, si,
allí va el amor desvanecido,
en ese
silencio profundo, hondo,
que me
tritura el alma, cuando con mis letras
silentes el
silencio entreabre sus ojos.
Shedar