martes, 24 de mayo de 2011

Para mi hija

Ella nació, recuerdo  un ojito aplastadito y un piecito chuequito, yo no tenia espacio en mi guatita  y nace por cesárea, buena para llorar, fuertes pulmones, incansables, sus ojitos color miel, su pelo rubio parecía una  pelusita, como rayo de sol, sus cejas y pestañas invisibles, solo de costado se podían ver, blanquita su suave piel, hambrienta como si el mundo se fuera a acabar rompió los pechos de su madre y así y todo bebía de mis sangrantes pechos la leche que le daba vida.
Las circunstancias permitieron, que fuera la única hija del matrimonio, hermosa, inteligentísima, con una capacidad de análisis que dejaba admirados a quienes la conocían, también su amplio vocabulario daba que hablar, siempre rodeada de adultos, aprendió rápidamente a leer y hacia sus tareas cada  tarde al lado de su madre, mientras esta trabajaba en casa, corrigiendo pruebas  y elaborando guías.
Mí niña  obviamente creció, poseedora de un fuerte carácter, de un espíritu indómito, arrollador, encantadoramente coqueta, muy  creativa, de  una hermosa voz, de  personalidad histriónica, atractiva y hermosa, pero  hoy sus ojitos se ven tristes, en verdad desde hace un tiempo. 
Le toco vivir angustiantes momentos de maltrato de quien no se mereció jamás su amor, ni siquiera una mirada menos unas palabras para describirlo aquí, ella no supo ver, cegada por una incomprensible y silenciosa obstinación, vivió lo que nunca una madre quiere que le ocurra a una hija, hasta que ellas volvieron al nido, ella y su pequeña hija (mi nietecita)
Busca ella un amor estable, formar una familia, muchos anhelos en su corazón, que a pesar de haber encontrado una nueva pareja, no consigue sus metas y llora, la vida a agregado fuertes enfermedades, que han opacado sus alegrías, más le falta comprender que no se lucha sóla, que tiene ángeles y a Dios a su lado, a su madre que los convoca para que la cuiden y protejan, cada noche y a diario que espera porque todo tiene su tiempo… para que ella reaccione  y…

Shedar

No quería ver

  Observaba a lo lejos una situación entre un hombre y una mujer, el… inseguro, disperso, mitómano de corazón, obsesivo… que encantaba a las mujeres que  le conocían.
Ella crédula, atractiva, porfiada, sucumbió a los encantos de él. Su relación si se le podía llamar así, me pareció muerta antes de nacer, claro desde donde yo me encuentro, ya que escondida en la penumbra se encontraba la no claridad, ella interpretaba sus palabras como anhelaba creer, a su modo, estando claro que no la amaba, sólo le decía que la quería, dentro de ella guardaba la esperanza, que un día llegara a amarla, pues sus letras y palabras dichas a la distancia en su oído, así se lo hacían creer. 
También aquellos intensos viajes de pasión, desenfreno, susurros, que despertaban en ella sensaciones, emociones y sentimientos, en que el cielo y su inmensidad  eran pequeños para contener lo que disfrutaban aunque duraban momentos sólo momentos, más les eran suficientes para mantener vivos en ella día tras día, ésto que en la maraña vivía oculta de oscuridad, de tristezas continuas, que el nunca vio ni quiso ver, pues su ego no se lo permitía, no la dejaba escapar, provocando por algunos momentos de falsa dicha innumerables y prolongados dolores del alma que enfermaban su  cuerpo, cuya mente lo defendía aún sin comprender los por qué.
Ahora a alejado de  su muerte esta obsesión, reina en ella la pena y la decepción, no, no quiso ver, se recrimina su corazón que compungido, llora por el no amor…


Shedar