Te querían conocer, aún no te habían logrado visualizar y acepté ayudar encantada, y con una gran disposición esperé que llegara ese día, en paz y armonía internos, alegre el corazón, feliz de ayudar a otros en este aspecto, así me sentía y una tarde fría y lluviosa de invierno típico santiaguino, éste señor con rasgos típicos de un alacalufe , entra a mi casa tímidamente, a mi parecer, pero con una gran sonrisa en su rostro, expectante y esperanzado… En fin, así pasamos a la sala especial para las visitas, lista me dijo? Sí respondí, sólo espero poder ayudarlo…Me guió por hermosos caminos de flores, nevadas montañas, ríos de aguas cristalinas, bosques maravillosos, amo los árboles, me gustaría abrazarlos a todos, el alacalufe me dijo hasta aquí puedo llegar yo, bien… Pero,en un instante, miré nuevamente y el paisaje había cambiado… Me encontraba en un enorme, enorme acantilado, mucha niebla, que no dejaba ver todo el camino que se vislumbraba muy largo, a pesar de la poca visibilidad, aún en ocasiones se dejaban ver unos mantos de hermosas flores blancas que acompañaban amorosamente el lugar, levantando la mirada, pude ver delante de mi un caminillo en el que podía transitar solo una persona... mirando hacia ambos lados, pensé… lo habría cruzado mas fácil si tuviera alas, en ese instante preciso, lo vi a la distancia de la infinita y estrechísima pasada y yo diría flotando en la niebla, alto, altísimo, extraordinariamente alto, me miraba y yo a él, se acerco a mi, no tuve yo que ir hacia el por la estrecha pasada, le salude con el más común de los saludos, algo sobrecogida… hola le dije, me respondió sin que palabras salieran de nuestras bocas, más nos entendimos, y en ese instante me sentí abrazada, compenetrada con él, amada, sin peso, flotando en paz y amor… disfrutaba cada segundo, cuando le dije… si… me podía llevar a volar con el sobre el acantilado y al responderme que sí me sentí como una niña mimada, muy amada, suspendida, cuando maravillada observaba unas enormes, hermosísimas y espectaculares alas que se extendieron en su espalda, era perfecto en todo… una magnitud no soñada siquiera, era todo blanco brillante, radiante , todo luz, hermoso, inmaculado, majestuoso…y…volamos sobre el acantilado, me llevaba de la cintura un hermoso silencio y paz nos rodeaban y un enorme calor al volar junto a él y en instantes rodeamos todo el acantilado en un maravilloso paseo, cuando… crecían poco a poco alas en mi espalda pequeñitas en un principio, luego más grandes y… en un viraje me doy cuenta que iba volando sola, me mirabas feliz. Agradecí tanto, tanto, con toda el alma, esta maravillosa emoción entones el acantilado apareció impresionante ante mí, suspendido en el aire y claro me fije en su rostro de facciones hermosas y perfectas como Dios griego, podría haber descrito más pero…. Al alacalufe se le ocurrió llamarme, y….claro volví a casa, no queriendo como siempre...
Marea dijo:
ResponderEliminar20 DE DICIEMBRE DE 2011 A LAS 07:27
Una historia para soñarla... ¿A quien no le gustaría volar asi?
Un abrazo!